EL BAILE
El estilo, la sensualidad y la pasión del Cuarteto cordobés.
Por Ignacio Conese.
Cerca de la una de la madrugada una pequeña comitiva de dos autos, un Renault Clio de más de veinte años, y un Chevrolet Astra de tal vez algunos menos, pasa la segunda reja de Control del acceso trasero de La Plaza de la Música, escenario de toda clase de shows nacionales e internacionales en Córdoba. Tres guardias de seguridad se acercan y ayudan a bajar al hombre más famoso de la historia de la Provincia. Soy la única persona ajena al personal que no está detrás de valla, y al notar mi presencia se desvía un par de metros y se acerca a saludarme con la mano extendida, para luego ser dirigido escaleras abajo hacia los camerinos. Ese hombre es Carlos “La Mona” Jiménez, el Rey del Cuarteto, tiene 68 años y es lo más parecido a un Elvis Presley de esta Música tropical argentina, surgida de la fusión de ritmos de los inmigrantes italianos con ritmos latinos y afros.
En Córdoba se baila cuarteto. Lo bailan las clases bajas en los patios de las casas y las altas en los casamientos más exclusivos, y también lo bailan los rockeros duros cuando salen de levante. Se escucha en las calles de los barrios de emergencia, y en la de los countries, en los taxis, en el colectivo, en los bares, o en las salas de espera. No siempre fue así. No siempre tuvo este grado de aceptación general. Como género musical comenzó a gestarse en la década del 40 del siglo pasado, pero no fue hasta finales de los 60’s que hubo una “Banda de Cuarteto”, a la que siguieron un puñado de bandas más, todas periféricas por gestación y por naturaleza a la “cultura”. Si en los setentas el rock hacía poesía esquiva a los censores, y el folclore planteaba la revolución y la hermandad latinoamericana, el cuarteto les hablaba a los pobres, a los laburantes simples, al barrio. Pero a diferencia del tango, de un origen social similar, el cuarteto no planteaba tristezas y melancolías de puerto, sino fiesta, vicios, sexualidad y culto a la pertenencia, orgullo de identidad. Desde entonces no se ha detenido en crecimiento y aceptación cultural. El cuarteto es hoy por hoy el máximo símbolo de expresión de cultura cordobesa, lo que más se consume y lo que más se exporta. Y su máxima expresión es “el Baile”, es decir, un recital donde los asistentes, además de ir a escuchar al cantante o banda, van a bailar, tal como lo harían los asistentes de cualquier rave, salvo que, en lugar de un DJ, electrónica y agua mineral, hay una banda en vivo, tunga tunga y vino en caja.
Ulises Bueno es un claro producto de la fusión cultural que tuvo el cuarteto con otros sub-mundos, como el del rock, el pop, y hasta el hip hop y reggae en los últimos veinte años. Hermano menor de “El Potro” Rodrigo, un cuartetero de inmenso carisma que hizo bailar al país entero a principios de siglo, y que engrosó la leyenda de los músicos que mueren a los 27 en un accidente automovilístico, Ulises “El Barba” es de alguna manera un rebelde a los modos del género. Baila muy poco, se viste más parecido a Justin Timberlake que a La Mona, y durante la mayor parte de su recital cantara sentado en un banco dispuesto al centro del escenario, sosteniendo su micrófono/manopla. Desde hace unos años que el cantante es de lo músicos más convocantes y que más venden de Argentina. Con 32 años y una veintena de discos en el mercado, Ulises hace alrededor de cuatro presentaciones semanales que lo llevarán a distintos puntos de Córdoba y del país, con escenarios que irán desde el par de miles en un boliche catamarqueño, a Luna Parks porteños completos y vendidos en cuestión de horas.
En el viejo estadio del Club Atenas de Córdoba, Karina Olave esta terminando lo que será la primera de sus varias intervenciones como telonera de su primo, Ulises, mientras que los músicos de este apuran los últimos tragos en uno de los camerinos, en el otro se encuentra Ulises. Me hacen pasar, está parado solo en un pequeño cuarto blanco y casi sin muebles, flaco, con look hípster, y un aspecto de timidez y sencillez que para nada indican que se trata de una persona de su experiencia, que genera el tipo de idolatría que recibe, entre mujeres y hombres por igual. Me saluda amablemente e inmediatamente cierra sus ojos y respira profundo repetidas veces mientras que un asistente por detrás le termina de colocar la famosa “cucaracha”. Sale por la puerta del cuartito contiguo al escenario y se prende el primero de varios cigarrillos que fumara durante la noche, luego procede a saludar a los asistentes y músicos por igual a choque de puños, para entonces el relator ya lo presentó y el publico grita a todo pulmón. Su estilo relajado no implica falta de carisma ni fiesta. Ulises Bueno de alguna manera, para establecer una comparación, es Cuarteto cruzado por porro, y no merca.
-No es segura la posibilidad de conocer a Carlos esta noche, va a depender de él. ¿De qué le queres preguntar, de política? De Cuarteto, si, pregúntale tranquilo.
Entro al camerino, y detrás del vestidor se asoma La Mona, quien al verme me reconoce, y dice: “yo te salude a vos afuera”.
Lejos de cualquier mito de reviente, Carlos Jiménez es un abuelito dulce detrás de escena, quien esta feliz de compartir el momento con dos de sus nietas, su hija, el manager, y algunas personas más que van y vienen. Impresiona su impecable estado físico y su pelo virulana que le cae por los hombros, una marca distintiva que se mantiene con los años, de alguna manera.
-El cuarteto no es una moda, por eso permanece, porque es autentico y sigue siendo autentico, y lo hace la gente, un montón de gente, músicos, productores, dueños de locales, empresarios, radios, y sobre todo el público, que lo escucha todo el día, y va cada vez que puede al Baile, y compra los discos. Y lo sigue haciendo porque somos “pueblo” no le cantamos a los intelectuales, le cantamos a la gente común, que quiere fiesta, quiere identificarse, quiere pasión, quiere bailar.
-Yo no podría ser como el Indio Solari, ¿qué hago el resto del año sin esto? Yo necesito esto para seguir viviendo, esto es mi vida, es lo que soy. El Baile es vida.
La Mona sobre el escenario es una autentica fuerza de la naturaleza, apoyado por una banda que ahora, como desde hace treinta años suena grueso. Musicalmente, mas allá de cualquier género, es un espectáculo digno de ver y escuchar. El Rey del Cuarteto es el Rey por algo.
El trago mas popular en los bailes es la caja de vino con gaseosa y hielo, que por alrededor de $150 pesos, lo mismo que una entrada, alivia la sed de varios a la vez. En el baile la gente se mueve, hay calor, contacto.
Rondas de mujeres bailando, algunas agarrándose las manos de a dos o tres, otras solas, alrededor del vino apoyado en el piso con alguna mochila. Rondas de hombres bailando, atentos a las mujeres que pasan a su alrededor para tomarlas de la mano e iniciar el intento de baile, algunas esquivan, otras aceptan una vueltita o dos para luego retomar viaje, otras aceptan completo el convite. Rondas alrededor de un porro, algunos con olor a paragüa, otros con olor a flores. Rondas de parejas bailando que abren la ronda para improvisar algún tunelcito, solo para volver luego a la Ronda. El Baile es cosa de Rondas. Algunas se arman y desarman o trasladan, otras van a permanecer toda la noche en el mismo lugar. Ocupando territorio, marcando presencia.
En el Baile se levanta, todo el mundo lo dice, y es tal vez uno de los motivos por el cual genera un publico tan adepto y cada vez mas diverso. La multitud habrá roto la mayoría de las rondas y los que quedan bailando son las parejas, las formadas, y las que deberán apurar los tramites para hacerlo; el Baile por cuestiones legales del municipio es hasta las cinco de la mañana, para entonces algunos están recién comenzado a estar “como quieren”. Al abrirse las puertas hay mucha energía contenida, algunos la descargan en pareja, otros con la ciudad, haciendo vibrar motores de autos y motos tuneados.
La presencia policial es fuerte, tanto en la puerta como en el interior. Es fácil distinguir el grado de entusiasmo o fastidio que la tarea les genera. Los policías más jóvenes van a cuidar al Baile con uniforme planchado y gel en el pelo, mas de uno tira algún tímido paso de baile. Los más grandes y en particular las agentes mujeres caen más en el grupo de los fastidiados por la tarea, enojados y vigilantes, encaran toda la noche al acecho de una oportunidad que los saque de la monotonía. Cualquier conflicto que surja, y que en ambos Bailes no serán más que un puñado en total, van a ser rápidamente contenidos por la policía, que se abre violentamente paso entre la gente cuando lo necesita, y dejara más de un recuerdo en los cuerpos de los atrevidos que disrumpan la convivencia pacífica.
-El Cuarteto es mi religión, el Baile mi iglesia y La Mona mi dios.
Andrés de 38 años sigue a La Mona a cada lugar que puede, y por más difícil que estén las épocas, por lo menos una vez por mes al Baile va, sino no se encuentra a si mismo, se siente triste, aburrido.
-Una noche de La Mona y te cambia el mes.
Algo de eso hay, en la misa Cuartetera los feligreses saben las letras de las oraciones a la coma, cumplen con los rituales paganos exigidos, y como en las mejores tradiciones Dionisiacas, riegan la fiesta y el alma con vino, lo único que no se puede hacer es no bailar.
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SUBTERRANEO
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Una versión de este articulo fue originalmente publicado en VICE.